miércoles, 14 de marzo de 2012


      ¿Los sentimientos se deben medicar?

¿Pueden los psicofármacos darnos felicidad, o simplemente mejoran un estado anímico para pasar un mal momento? Felicidad es un estado y angustia es un síntoma. La fiebre solo es el emergente de algún virus que se estaciona en nuestro cuerpo. Sentimiento vs. fármacos parece ser hoy una discusión de diván y congresos.
                                                                                      Por Andrea San Esteban

La tristeza, la ansiedad, el duelo, la soledad, los vaivenes anímicos pueden ser atenuados con algunos medicamentos, pero eso no cura ningún mal de fondo, que seguramente se deberá revisar y sanar.  Simplemente que al profundizar nos encontramos con que no son validas las paradojas.
En las grandes metrópolis donde se supone que todo avance conlleva a estado de mejoría en calidad de vida, nos encontramos con contradicciones notorias. ¿Demostrar dolor frente a una perdida es “vintage”, cursi o simplemente mostrarnos seres falibles y vulnerables nos hace personas poco confiables o eficaces? “Como te ven te tratan” dice una máxima. ¿Bellos, elegantes y siempre impecables es como debemos estar?
La pregunta sobre la felicidad es esencial en el surgimiento de la ética en Grecia. Los filósofos encontraron respuestas muy diferentes, lo cual demuestra que, como decía Aristóteles, todos estamos de acuerdo en que queremos ser felices, pero en cuanto intentamos aclarar cómo podemos serlo empiezan las discrepancias. En la filosofía griega clásica hay tres posturas:
Ser feliz es autorrealizarse, alcanzar las metas propias de un ser humano (eudemonismo), postura defendida por Aristóteles. En cierto sentido, también Platón puede ser encuadrado en esta postura, si bien el horizonte de la felicidad, según Platón, se abre a la vida después de la muerte.
Ser feliz es ser autosuficiente, valerse por sí mismo sin depender de nada ni de nadie (cinismo y estoicismo).
Ser feliz es experimentar placer intelectual y físico y conseguir evitar el sufrimiento mental y físico (hedonismo). Es la postura que defiende Epicuro.
Entre eudemonismo y hedonismo existe un desacuerdo fundamental. Aristóteles considera que ser feliz es ser humano en el más pleno sentido de la palabra. Epicuro, por el contrario, se pregunta qué es lo que mueve a los humanos a obrar, porque la felicidad consistirá en conseguirlo, y esa cosa es el placer.
Aristóteles sostiene que todos los hombres están de acuerdo en llamar felicidad a la unidad presupuesta de los fines humanos, el bien supremo, el fin último, pero que es difícil definirla y describirla. De ahí se aprecia la divergencia de opiniones respecto a cómo entender la felicidad; placer para algunos; honores para otros; contemplación (conocimiento intelectual) para otros, de acuerdo a otros puntos de vista. Aristóteles rechaza que la riqueza pueda ser la felicidad, pues es un medio o para conseguir placeres o para conseguir honores, pero reconoce que existen personas que convierten a las riquezas en su centro de atención.
No obstante, para Aristóteles, estos no son más que bienes externos que no son perseguidos por sí mismos, sino por ser medios para alcanzar la felicidad, puesto que es ésta la única que se basta a sí misma para ser autárquica y perfecta. Los demás bienes externos se buscan porque pueden acercarnos más a la felicidad, aunque su posesión no implica que seamos íntegramente felices. Puesto que no por poseer riquezas garantizamos nuestra felicidad. Tampoco solamente la consecución del placer nos hace felices. Normalmente necesitamos algo más para serlo y eso nos distingue de los animales. Sin embargo, aunque estos bienes particulares no basten, ayudan, y en esto Aristóteles mantiene una postura moral bastante desmitificada y realista, el bien no puede ser algo ilusorio e inalcanzable. Sin ciertos bienes la felicidad será casi imposible de alcanzar. Para Aristóteles la felicidad humana se basa en la autorrealización dentro de un colectivo humano, adquirida mediante el ejercicio de la virtud.
Existen también otras muchas escuelas filosóficas que han trabajado el tema de felicidad individual en otros términos, a saber, el epicureismo entiende la felicidad como autosuficiencia en el placer moderado, los estoicos piensan la felicidad como fortaleza en la aceptación de una existencia determinada, racionalistas como Leibniz defienden la felicidad como adecuación de la voluntad humana a la realidad, utilitaristas como John Stuart Mill defienden un concepto de felicidad como satisfacción de los placeres superiores, entre otros...
Para algunos autores "New Thought", la felicidad es una actitud mental que el hombre puede asumir conscientemente, es decir es una decisión.
La idea de que la felicidad sea una decisión, la argumentan del hecho que el hombre haya buscado muchas formas de encontrar esa felicidad en muchos aspectos, y aun así, parece esquiva para la mayoría de las personas.
Al descubrir que existen seres felices e infelices en todas las diversas condiciones socio-económicas, geográficas, de edad, religión, sexo, estados mentales (hay personas con problemas mentales que a pesar de ello son realmente felices), estos concluyen que cuando el individuo decide aceptar su condición y su pasado, y asumir la vida tal como es en ese momento y construir su vida a partir de aquellos preceptos, el hombre es realmente feliz.
Tantas religiones tradicionales como pensamientos neoeristas declaran que cada persona tiene una función específica en el universo y que en el momento que la persona lo descubra y viva de acuerdo a ésta, será realmente feliz.
También existen varias corrientes filosóficas contemporáneas, entre ellas la "Nietzscheana", que afirman que el hombre no es concebido para la felicidad, sino que está destinado a sufrir.
La sociedad de consumo no indica que seremos felices mientras poseamos, generalmente bienes.
Hormonas y stress
Según la revista Vertex ,de Edit Polemos.se enfatiza sobre la importancia fundamental de los contextos histórico, social y psicológico para evaluar las acciones hormonales. Se discuten los problemas que surgen del intento de buscar marcadores biológicos específicos en los distintos trastornos psiquiátricos. Se sugiere que, más que categorizar entidades nosológicas, las disfunciones biológicas deberían relacionarse con anormalidades psicológicas. ¿Pero como no tener en cuenta los marcos históricos? Al fin y al cabo, no somos más que seres sociables o enmarcados en ciertos contextos.
¿Es la depresión una “normalidad”?
La depresión es una patología altamente prevalente en la población general y es, además, costosa para la sociedad. Pese a que actualmente se dispone de una amplia gama de tratamientos antidepresivos -farmacológicos y psicológicos-la mayoría de los sujetos con depresión se halla sin diagnóstico y sin tratamiento. La generalidad de los pacientes con depresión responderá favorablemente al tratamiento apropiado, pero el manejo clínico de la depresión implica mucho más que sólo el uso de drogas antidepresivas. El fracaso del tratamiento o la depresión refractaria pueden ser superados cuando las estrategias terapéuticas adoptan un enfoque lógico, amplio y a largo plazo. Comprender el interjuego de los factores clínicos y neuroquímicos asociados con la patogénesis de la depresión puede ayudar a los médicos a encontrar alternativas terapéuticas efectivas para la mayoría de los pacientes deprimidos a su cuidado.
 Desamor, incertidumbre, falta de futuro = ansiedad.
“No es falta de cariño, te quiero con el alma pero por el bien de los dos te digo adiós”.Esta falta de certezas, la des-inclusión de los vínculos. La soledad genera ansiedad. La ansiedad, ya sea como síntoma, ya sea como rasgo sobresaliente de un trastorno del eje, se asocia con frecuencia con los episodios depresivos. Su tratamiento depende en gran medida del contexto sindromático en el que se presente. Así, mientras que los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina parecen ser la indicación de primera línea en la depresión en comorbilidad con trastornos de ansiedad y en la depresión ansiosa, en la depresión agitada puede ser conveniente la administración de estabilizantes del estado de ánimo o antipsicóticos sedativos. Las benzodiazepinas pueden resultar útiles al inicio del tratamiento de estas formas especiales de depresión, pero se debe intentar suspender su administración una vez estabilizado el cuadro afectivo o el trastorno de ansiedad.
Latinos y europeos
Los alemanes se preguntan ¿Es real la felicidad que me otorga una pastilla? Las personas que recurren al alcohol o a otro tipo de drogas para sentirse mejor en los malos momentos acaban siendo absorbidas por la adicción. Pierden la capacidad de ser felices cuando les falta la droga. No es la superación personal de los conflictos la que les hace ver el lado bonito de la vida, sino una sustancia artificial administrada desde fuera. No son ellos los que son felices, es la píldora. La conclusión obvia, los problemas existen hay que ver como los enfrentamos. Dicen los psiquiatras que nada se soluciona desde el miedo. La pastilla de la felicidad no existe, El ser humano es naturalmente optimista, debe encontrar la manera de solucionar los problemas por si mismo.
El "Prozac", se ha duplicado en Alemania. En Estados Unidos, el 20% de la población consume Prozac habitualmente. Los antidepresivos influyen en la personalidad y aumentan la competencia social. El tímido se desinhibe, el reservado se vuelve comunicativo, el ignorado se convierte el rey de la fiesta. Según estudios estadounidenses, los pacientes que toman Prozac como "píldora de sociabilidad", sin ser depresivos, dicen sentirse más ellos mismos bajo la influencia del medicamento. Pero cuando el efecto termina, vuelven a ser ellos mismos.



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